Un lugar que jamás despierto encontrarás.
Me desperté más o menos cinco o seis veces en el mismo lugar, en la misma posición en la que me había dormido. Mi cuerpo no respondía de la misma manera en que solía hacerlo habitualmente.
Era muy similar a este mundo, ¡estaba ahí! Ahí, acurrucada mirando hacia la pared. Te pude ver al principio, me había dado vuelta, hablábamos, sin embargo te sentía como en otro plano.
Tu cara era muy borrosa. Intentaba explicarte lo que me pasaba, pero mi voz cada vez se escuchaba menos. Lo único que quería en ese momento eravolver a dormir normalmente. Me movía bruscamente y hacía mucho ruido, cosa que a tu mamá le molestaba. Golpeé la pared con el codo, lo sentí tan verdadero. Y la escuchaba quejarse desde la otra habitación, escuchaba también el televisor prendido, no intenté verlo. Creo que todo lo que no podía ver no podía inventarlo, porque tu fondo era blanco, aunque oscuro.
De alguna forma entendiste que yo no quería estar ahí, no sabía cómo hacerlo, no pude aprender en ese instante a moverme en ese sentido.
Me decías que me tocara, así podría dormirme, te pedí que lo
hicieras vos. Eso no sucedió.
Quise acercar mi mano a mi clítoris pero pensé que podía lastimarme, todo era difícil, todos los movimientos que hubiera podido hacer me hubieran dolido, o eso creía.
Me acosté boca abajo y empezaba de nuevo. Me volvía a pasar una y otra vez.
Volvía a despertarme, caminamos hasta otro lugar, donde había una mesa. Quería mostrarte unos dibujos y escritos y cosas… todo se me escapaba de las manos, me costaba bastante.
Una de ellas era una carta o papel escrito con marcador rosa, como si fuerauno de esos cartelitos que en la secundaria me hacía mi primera novia y no querías ver eso, te negaste y entonces lo alejé.
Volvía a despertarme ahí donde estaba, dándote la espalda.
Esta vez no quería darme vuelta. Creía que tu cara iba a ser monstruosa y de verdad quería que supieras que algo le pasaba a mi cuerpo.
La última vez que me desperté en ese lugar si quise darme vuelta, pero no podía. Hacía todos los movimientos posibles, me retorcía y me movía hacia atrás, y no lograba notar cambio alguno, y no podía creer que no te dieras cuenta ni me escucharas si mis intentos por gritar eran agotadores y la garganta me ardía, seca y afónica.
En ese momento dos manos o brazos me empezaron a apretar con fuerza la cintura y lo hacían cada vez más y más insistentemente hasta casi asfixiarme. Y mis labios pronunciaban tan coherentemente tu nombre, y no se oía más que un zumbido penetrante, y repitiendo tu nombre alcance a asomar un brazo de esa pesadilla horrorosa y dejo de ser real.
Me senté, seguías despierta, había pasado una hora y el televisor seguía prendido. Lo primero que hice fue preguntarte si en algún momento habías notado que me moviera, que dijera tu nombre o hiciera algún ruido. Pero nada de eso había sucedido. Explote en llanto y me hiciste escribirlo.